terça-feira, 8 de fevereiro de 2011

UN NIÑO MARTI - Año 257, Roma

"En el año 257 algunos cristianos encerrados en la cárcel Mamertina de Roma habían de padecer el martirio, y deseaban antes participar del augusto Sacramento, pero la vigilancia de los guardias y lictores se extremada de tal suerte, que era poco menos que imposibile socorrerles con este auxilio divino.

Sin embargo, en las Catacumbas el Pan consagrado estaba ya sobre el Ara santa, y el sacerdote volviéndose hacia el numeroso concurso de fieles, buscada con sus miradas a quien confiar empresa tan díficil como de gloria de Dios, cuando he ahi que Tarsicio, niño de apenas diez años, se adelanta, dobla sus rodillas ante las gradas del altar y extiende sus brazos en ademám de recibir la Prenda divina.

Allí estaba...bello como un ángel, sin abrir sus labios, fijos los ojos en el ministro de Dios como si dijera: "Aqui me tenéis, Padre, confiadme misión tan arriesgada, confiádmela...por favor"

"Hijo mio, le dice el sacerdote hondamenta conmovido, eres demasiado niño." Mas él no se mueve; antes persevera de rodillas aguardando la gracia suspirada. Insiste el ministro del Señor: "Noves que eres tan niño? Y quieres tú que te confie el Tesoro de los cielos? Oh!, si, Padre mio.Antes bien, por verme tan pequeño nadie sospechará de mi, y podré con seguridad llegarme a los márties. !Por Dios, Padre, no me neguéis esta gracia!" Al decir esto se inflamaba su semblante, y dulces lágrimas surcaban sus mejillas.

Renueva Tarsicio con tanto fervor sus instancias, que, vencido por fin el sacerdote, no puede resistir más a sus ruegos. Tomando, pues, el Santisimo Sacramento, lo envuelve con suma reverencia en un blanco lienzo, lo introduce en una bolsa y lo entrega a Tarsicio, diciendo: "Hijo mio, no te olvides que fio en tu manos el Tesoro de los cielos, evita, por tanto, los lugares públicos y demasiado tumultuosos, y advierte que las cosas santas no han de entregarse a los perros, ni las preciosas margaritas a inmundos animales". Bañado de gozo celestial esconde. Tasicio el sagrado Tesoro en su pecho, lo cubre com su túnica, y cruzando sobre él los brazos, exclama: "Moriré mil muertes antes que dejármelos arrebatar".
Parte al punto de las catacumbas con su amado Jesús.

Para llegar a la cárcel Mamertina le faltaba sólo atravesar una plaza, y pensaba cómo la cruzaria sin llamar la atención, cuando una turba de muchachos le divisó y acercándose a él: "Hola, Tarsicio! - dijeron Tu por aqui? Ven a completar el número jugando con nostros". Y cogiéndole uno de ellos por el brazo lo empujada hacia el grupo. "No puedo complacerte, Petilio, gritaba el niño, no puedo porque voy corriendo a un encargo que urge mucho".
Pretendia Tarsicio escaparse, pero viendo que le tenian fuertemente asido, rogóles con voz suplicante le soltasen, y no logrando quedar libre, sollozaba apretando más y sus brazos al pecho.

En esto dicelo otro: "Qieras que no quieras, jugarás hoy con nosotros, mas antes veamos qué llevas en el pecho que escondes con tanto afán". Y al punto extendió la mano para arrebatarle el sagrado Misterio. "Oh!, no, eso no!., Jamais!, Jamais!., exclamaba el niño fijando los ojos en el cielo en demanda auxilio. - Lo queremos ver, gritan todos a porfía, hemos da saber qué secreto es ese que ocultas". Y lanzándose sobre él se asieron de sus brazos para separárselos. Tarsicio, empero, resiste enérgicamente, y durante la lucha reunióse en torno gran número de curiosos.

Entre los espectadores habia un cruel enemigo de los cristianos, quien reconociendo a Tarsicio, vociferó con rabia diabólica: "Ese niño es un cristiano que lleva los Misterios a los mártires". Ai oir estas palabras todos gritaron: "Queremos ver los Misterios! Queremos ver los Misterios!..."

Y luego granizaron sobre el pobre Tarsicio puñadas, golpes, piedras...mas él no cedia a la violencia de tan rudos embates. Copiosa sangre le sale de la boca, todos sus miembros tiene magullados hasta que falto de fuerzas cae medio muerto en tierra conservando apretado contra su pecho el inestimable Tesouro.

Creíanse ya vencedores aquellos malsines, cuando se presenta casi de improvisto un cristiano militar de fuerzas hercúleas llamado Cuadrato, el cual emprediendo a unos y a otros logra ahuyentarlos a todos quedándose solo con el invicto niño, y arrodillándose profundamente emocionado junto a la inocente víctima, le habla de esta manera: "Qué es esto, Tarsicio?... Padeces mucho?... Ten buen ánimo!...". Oh! Cuadrato! aqui estoy, no no me han podido arrebatar los santos Misterios, en el pecho los llevo, salvadlos".

El oficial levantó en peso al pequeño mártir y lo tomó en sus brazos como quien llevaba no sólo a un mártir, sino al mismo rey de los mártires. El niño descansaba su cabeza sobre las robustas espaldas del militar y habia confiado. El camino de vuelta a las Catacumbas era largo, pero el guerrero apresurada el paso y al poco tiempo llegó al pie del altar.

Todos los fieles allí congregados rodearon al moribundo héroe de la Eucaristia; el sacerdote no puedo contener las lágrimas al descubrir intacto en el seno de Tarsicio el depósito confiado, y mientras con dificultad separaba los rígidos brazos del santo niño, dirigióle éste una dulce mirada de satisfacción y expiró. La Iglesia recuerda su tránsito el dia 15 de agosto.

Sus reliquias fueron enterradas en el cementerio de Calixto, y más tarde se trensladaron a Paris, en la Casa de Huérfanos se San Vicente de Paul.


Padre Manuel Traval y Roset - Milagres Eucaristicos.